lunes, 7 de abril de 2014

Luces amarillas

Nuestro idilio duró lo que se tarda en recopilar las etiquetas de cerveza necesarias para entrar en el sorteo de improbable premio que debería llevarme a un concierto de los Massive Attack. Juego con ventaja: en una discoteca a las 4 de la mañana hay muchas botellas abandonadas de labios de sus propietarios en un descuido imprudente o concienzudo cuando se intentan alcanzar otras bocas menos hieráticas, menos vidriosas, más comestibles.
Lo mismo que tu boca alcanzaba la comisura de la mía en castos arrebatos y tu mano asía la mía demorándose más de la cuenta, más de lo que tu estado civil te permitía.
La euforia de pasear cuando el cielo ya rasgaba su intensidad nocturna por aquellas plazas medievales todavía iluminadas por luces amarillas que pueden dejar de alumbrar en cualquier momento, dio lugar al cansancio de saber que tu alianza no sólo te ligaba a una mujer si no, aunque de eso me enterara más tarde, también a una niña.

Por eso te dejé arrancarme dos besos furtivos en la boca delante de mi portal y di por finiquitado un romance que aconteció con nocturnidad y alevosía y se disipó cuando detrás de mí la puerta entendió que sólo podía cerrarse.